Dolor tras gloria
- José Miguel Márquez Troyano
- 11 sept 2020
- 7 Min. de lectura
Es una de las noticias más importantes de la historia del fútbol moderno: Lionel Messi puede (o pudo) estar a punto de terminar su etapa en el club de sus amores y que le vio nacer tanto profesional como personalmente: el Fútbol Club Barcelona.
No cabe ninguna duda de que hay muchas cosas que comentar y que analizar, pues el terremoto del astro argentino no se está pudiendo comparar a ningún otro debido a la extrema gravedad de la situación. Un Bartomeu odiado por su hinchada, Messi en rebeldía dejando el tema a sus abogados, y una afición blaugrana que lo que más siente, después del enfado e indignación iniciales, es tristeza, mucha tristeza.
Messi no está sabiendo terminar su carrera en el Barça y el club culé no está sabiendo despedir con todos los honores al jugador más importante de su historia. Ambos se están equivocando creando una guerra televisada a base de filtraciones, burofaxes, comunicados de instituciones como LaLiga e incluso declaraciones del propio Presidente de la República de Argentina. Un circo.
Desde aquel martes 25 de agosto en el que saltó la bomba, la parte que se está viendo más afectada es, desde mi punto de vista, la propia afición del club culé, pues considero que la estrategia de su máxima estrella está siendo una pesadilla cruel y agónica en la que parece que lo que se tiene menos en cuenta es el sentimiento de aquellas personas que ponen su dinero para que el club pueda seguir creciendo, que madrugan para ver los partidos de su equipo desde el otro lado del charco, que compran a sus hijos o hijas la camiseta de su ídolo para que puedan lucirla con orgullo en el colegio. El fútbol, más allá del negocio que todos podemos intuir, es de los aficionados y de sus sentimientos: Messi ha dado al Barça los mejores años de su historia, ha regalado al Camp Nou tardes y noches prodigiosas, únicamente al alcance de un mago; ha dado a los aficionados más veteranos el sentimiento de que su club es “uno de los grandes de Europa” y que iba a estar batallando con los conjuntos más importantes del viejo continente. Eso posiblemente seguirá siendo así, pero gracias, en gran medida, a los servicios prestados por el astro argentino.
Nadie se podía esperar un enfrentamiento tan sangriento, comunicativamente hablando, ya que ambas partes parece que han dejado sus posiciones muy claras: los abogados de Messi lo daban por libre, incluso diciéndoselo al Manchester City de Guardiola; y Bartomeu se ha enrocado en la posición más institucionalista posible: Leo Messi tiene contrato, no lo queremos vender y quién lo quiera tendrá que abonar la cláusula.
A lo mejor mis palabras quedan como papel mojado dentro de unas horas, pero creo que esto ha sido una profunda falta de respeto a toda la afición del Fútbol Club Barcelona. No puede ser que su máxima estrella provoque el mayor maremoto de la historia del club debido a un mal asesoramiento por parte de sus gestores y que, al ver que era imposible, dé marcha atrás y se quiera dar el mensaje de “se queda para despedirse bien del Camp Nou”. Si el City pone sobre la mesa 100 o 130 millones de euros, Messi se va, porque vio su ciclo terminado en el conjunto culé y eso, aunque lo niegue, todo el mundo sabe que fue así.
La estrategia de Bartomeu
La gestión deportiva y económica de la junta de Bartomeu ha sido —y lo seguirá siendo hasta marzo— catastrófica, según la amplia mayoría de los aficionados. Estamos hablando de la directiva que fue a por Verratti y el PSG se llevó a Neymar, sin opción de evitarlo ante la ambición del brasileño. Directiva que ha fichado a numerosos jugadores que han hecho el ridículo atendiendo su coste: André Gomes (37 millones), Neto (26M), Dembelé (138M), Malcom (41M) o Braithwaite (18M), entre otros.
Y, en esta tesitura, después de que el Bayern de Múnich marcara al F.C. Barcelona 8 goles, provocando una de las mayores humillaciones de su historia, el presidente de la entidad sale en los medios oficiales del club alegando que es una crisis estrictamente deportiva. Las responsabilidades para los jugadores, y Bartomeu se muestra rígido en su posición, algo que pocos se podían esperar tras ver el descontento social mayoritario en torno al presidente y a su junta. Tras esto llegó un entrenador como Ronald Koeman con la orden de hacer una limpia en el vestuario y sacar del club a algunas de las ‘vacas sagradas’, empezando por el íntimo amigo de Leo Messi en el vestuario: Luis Suárez.
Con todos estos condimentos y sumando el hecho de que el astro argentino llevaba descontento varias temporadas por la falta de ambición del proyecto, Leo Messi vio la oportunidad para decir basta y abrir una guerra en público con la directiva, ante la sorpresa de todo el mundo del fútbol. Desde mi punto de vista, Bartomeu no quiere pasar a la historia como “el presidente que vendió a Messi de mala manera”, sino como el presidente que, “a pesar de las humillaciones en Europa, supo retener a la máxima estrella histórica”. Lo cual es una estrategia ciertamente negativa para los intereses de la directiva: con la marcha de Leo Messi se conseguiría un saneamiento de las cuentas bastante profundo, una vez asumido que el jugador de Rosario se quiere marchar y si finalmente no es así, Bartomeu quedará como el ganador de esta batalla y como el líder de un club que obligó a su máxima estrella a ponerse de rodillas ante el escudo con el que tiene contrato en vigor.
Los intereses de LaLiga
LaLiga emitió un comunicado confirmando que Lionel Messi tendría que abonar una cláusula de rescisión si no hay una negociación previa entre los clubes. A simple vista puede parecer una anomalía que la propia competición se posicione a favor de uno de los dos bandos del litigio, cuando debería mantenerse neutral como la organizadora de la máxima competición nacional de clubes.
Pero también es lógico que quieran mantener el estatus del torneo doméstico a nivel europeo y mundial, pues hay que vender los derechos televisivos por el mejor precio y sin Messi sería todo un poco más complicado. El resto de los clubes recibirían menos dotación económica, sería necesario abrir paso a las estrellas futuras, después de un periodo en el que hemos podido disfrutar de jugadores como Messi, Cristiano o Neymar siendo los estandartes de sus clubes; algo que ya parece lejano y que costará retomar algún día.
¿Ganaría Messi yéndose?
Aunque a mucha gente le cueste creerlo, los futbolistas son personas y no solo les importa el dinero —aunque éste sea importante—, y tienen el derecho de poder decir si son infelices en su club o no, cobren lo que cobren, lógicamente.
Con Messi sucede algo muy particular, ya que él es la estrella histórica del Fútbol Club Barcelona, lleva el brazalete de capitán y es uno de los iconos más importantes de la historia del fútbol. Pero si Messi no se va este verano, podrá irse el año que viene gratis, ¿sobre qué moral pesará?
Parte de la afición echa en cara al futbolista argentino que se le pasara por la cabeza irse sin dejar ni un céntimo en las arcas del club que le dio todo; la otra parte defiende que se lo ha ganado por todo lo peleado y ganado. ¿Qué piensa Messi respecto a esto?
Si se termina yendo, nadie podrá olvidar el paso de Lionel Andrés Messi por el Fútbol Club Barcelona y los aficionados podrán seguir disfrutando de su juego dos o tres años en el City de Pep Guardiola, pero estamos presenciando un momento histórico a todos los niveles.
Llegará el momento y Messi tendrá que tener la despedida más digna posible — solo faltaba—. Y el club tendrá que estar a la altura de un jugador irrepetible y que merece todos los honores de la junta directiva que esté, aunque ésta se tenga que tragar el orgullo.
Leo Messi en la época dorada del F.C. Barcelona
Con la salida de Messi se constataría la caída de nivel de LaLiga en el plano internacional. Dos años después de la salida a Italia de su mayor competidor, Cristiano Ronaldo, y en la primera temporada, después de las trece últimas, en la que ningún equipo español se ha clasificado para las semifinales de la Champions, la pérdida del 10 del F.C.B. no haría más que vaticinar una bajada de categoría del fútbol español.
Messi fue una de las piezas clave en la época dorada del Barça, que tuvo lugar durante la dirección técnica de Pep Guardiola (2008- 2012), actual entrenador del Manchester City, que precisamente suena como uno de los más posibles destinos del argentino tras su salida del Barcelona.
En este equipo culé de en- sueño, entre los que también destacaban Xavi, Iniesta, Puyol o Abidal; Guardiola encontró una solución clave para las múltiples victorias culés: colocar a Messi como falso 9. Esta fue una de las decisiones del técnico blaugrana que llevaron al Barcelona hasta el éxito. Combinada con la gran dominancia en la posesión del equipo, las apariciones de Leo en el centro del campo para despegarse de los centrales y llegar a portería sin sus marcas fueron determinantes a la hora de conseguir los 14 títulos que logra- ron en esas 4 temporadas (entre los que destacan 3 Li- gas, 2 Champions y 2 Copas del Rey).
No debemos olvidar que esta triunfal etapa de los de la Ciudad Condal repercutió muy positivamente sobre todo el fútbol nacional. A nivel de clubes la competitividad y calidad se dispararon, pero de mayor importancia fue la influencia que supuso para la selección española, que en esos años (dirigida por Luis Aragonés, primero, y por Vicente del Bosque, después) instauró la dominancia de la posesión con el famoso tiquitaca, de gran peso blaugrana, y que la llevó a hacer historia al ganar consecutiva- mente dos Eurocopas (2008 y 2012) y un Mundial (2010). Como se puede apreciar, la relación profesional Guardiola-Messi que llevó a lo más alto al Barça, actuó a favor de todo el panorama futbolístico español, y esta calidad de los equipos nacionales podría perderse de la mano de dos de sus múltiples causantes, Guardiola y su gran aliado en este camino, Lionel Messi.
Solo nos queda esperar para saber si, al menos, esta excepcional dupla se volverá a repetir en Mánchester, para deleite de todos los espectadores, pero, sobre todo, de los cityzens.
Paula Martínez Moreu
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